EL AÑO PASADO EN RASIGUÈRES

 

EL AÑO PASADO EN RASIGUÈRES
Texto de la película (español)

Rasiguères es un pequeño pueblo, cerca de Perpiñán, en la parte francesa de Cataluña. Como la mayoría de los pueblos del Rosellón, Rasiguères vive exclusivamente de la viña.
Antes venían familias españolas y portuguesas a vendimiar, pero desde que se produce un vino con denominación (de origen), este trabajo ya no les proporciona suficiente dinero: la importancia que tiene hoy el grado y, por lo tanto, la dependencia del clima, hace que la vendimia se extienda durante un periodo más largo. Desde entonces, son cada vez más jóvenes de diferentes países los que vienen a Rasiguères a pasar algunas semanas juntos.

La uva todavía se recoge a mano, pero poco a poco la presión económica obliga a los viticultores a utilizar la máquina de vendimiar. Pronto tendrán que hacer la fiesta con sus máquinas.

/EL AÑO PASADO EN RASIGUÈRES/

Rasiguères cuenta con una docena de patrones con tantas tierras que deben contratar temporeros para vendimiar – de cinco a diez personas cada uno. Les proporcionan casa en el pueblo durante este tiempo.
Los vendimiadores cobran alrededor de mil pesetas por hora, además, cada cortador tiene derecho a dos litros de vino por día y cada portador a tres. La comida se prepara por turnos: comida española, francesa, alemana, inglesa, a veces portuguesa o árabe. Hace algunos años se hacía también comida polaca y latinoamericana, pero los controles de trabajo ilegal se han hecho más estrictos, y por eso los patrones no se atreven a correr ese riesgo.

Los viticultores de la región se han organizado en cooperativas. La cooperativa elabora el vino y se ocupa de la venta.
Las uvas que llegan a la cava se pesan y se valora su porcentaje de azúcar; a partir de esta valoración se calculan las ganancias respectivas de los miembros  de la cooperativa.
La cava cooperativa solamente acepta una o dos clases de uva por día, que se colocan en diferentes cubas para después producir las variedades de vino.

En Rasiguères la vendimia comienza normalmente a principios de septiembre, y dura cerca de 4 o 5 semanas. En esta época las temperaturas pueden ascender aún hasta los 30 grados o más.
Se trabaja 7 horas al día, a las que hay que añadir las horas de descanso y el trayecto. Esto hace que una jornada de trabajo pueda durar 11 horas.
El trabajo comienza a las 7 de la mañana, pero todavía es de noche cuando salimos de casa. A las 5 de la tarde, el viejo nos devuelve al pueblo.

Entre las 9 y las 10 paramos para almorzar. El viejo prepara el fuego. Los patrones asan su carne, nosotros quemamos nuestro pan.
Muchas veces, también nos quedamos en la viña durante la parada del mediodía, que dura dos horas. Aprovechamos para tumbarnos y recuperar la falta de sueño nocturno.

Cuando llueve, o las uvas están mojadas, no trabajamos, para evitar que el precios zumo se diluya en el agua. Los patrones invocan entonces al viento del oeste, la tramontana, que seca la viña con rapidez. Nosotros en cambio invocamos a las nubes del mar.

/FOTOS: IRENA OELERICH/

/PETER HOFFMANN 1992-97/